Saber estar ante el rostro de un Jesús Crucificado o un Sagrario, dejándonos mirar, dejándonos querer, mejora nuestra alma, aunque no formulemos ningún propósito concreto.
Saber estar ante el rostro de un Jesús Crucificado o un Sagrario, dejándonos mirar, dejándonos querer, mejora nuestra alma, aunque no formulemos ningún propósito concreto.